Visto desde fuera, la crianza de los hijos no parece tan difícil. Solo se necesita paciencia y unos límites claros, y todo lo demás debería funcionar por sí solo, ¿verdad?
Sin embargo, cuando te conviertes en padre o madre y te enfrentas a una rabieta, a un niño testarudo que no entiende de razones o a otro que grita y no quiere comer si no es en su plato favorito, la paciencia se agota rápidamente. Seguro que no tardas en empezar a gritar, contar hasta tres y amenazar con todos los castigos imaginables para que tu hijo haga esa pequeña cosa que le has pedido un millón de veces.
En estos casos, lo que más necesitan tu hijo y tú es una crianza positiva.
Las técnicas de crianza positiva pueden mejorar el bienestar mental y emocional de tu hijo, reducir posibles problemas de comportamiento e incluso ayudarlo a mejorar su rendimiento académico. Sin mencionar que pueden ayudarte a disfrutar de cierta tranquilidad.
Descubre qué es la crianza positiva y cómo puedes aplicarla en tu hogar.
En este artículo
Primero lo primero, ¿qué es la crianza positiva? Según UNICEF, es un estilo de crianza sin violencia en el que los niños son tratados con respeto y cuidado. Se trata de un enfoque único de crianza centrado en el afecto y el aprendizaje en un entorno positivo, estimulante y enriquecedor.
Se basa en la idea de que el refuerzo negativo, como el uso de castigos estrictos por mal comportamiento, rara vez da los resultados deseados. Por tanto, en lugar de recurrir a amenazas y castigos para que los niños "se porten bien", los padres deben apostar por la disciplina positiva.
En pocas palabras, significa recompensar los buenos comportamientos en lugar de castigar los malos.
Dado que se considera un enfoque mucho más sutil que el estilo de crianza tradicional, la crianza positiva se suele confundir con la crianza permisiva, en la que los padres son excepcionalmente permisivos y no imponen limitaciones ni normas.
Sin embargo, aunque la crianza positiva apuesta por el refuerzo positivo, como ocurre con la crianza permisiva, eso no significa que no existan normas ni consecuencias para el mal comportamiento.
En teoría, utilizando estrategias de crianza positiva, puedes resolver cualquier problema o enfrentamiento con tu hijo sin recurrir a gritos, enojos, castigos y otros tipos de violencia. Pero, ¿cómo se traduce eso en la práctica?
Aquí tienes los mejores consejos de crianza positiva que puedes aplicar a prácticamente cualquier situación en la que se encuentren tú y tu hijo.
Supongamos que tus hijos están jugando y, de repente, empiezan a pelear. Al principio solo se gritan, pero la discusión se vuelve física y uno de ellos golpea al otro. ¿Cómo reaccionarías?
La mayoría de los padres gritarían enojados: "¡No le pegues a tu hermano!" Hay quienes deciden aplicar un castigo "adecuado": mandar al niño a su cuarto o quitarle algunos privilegios, como un helado después de cenar. Algunos incluso podrían llevar las cosas al extremo y golpear al niño.
Ninguna de estas reacciones enseña al niño que pegar a su hermano no está bien. Los gritos les enseñan que los arrebatos verbales son una forma aceptable de manejar emociones como la ira. Mandarlos a su cuarto les enseña a reprimir sus sentimientos. Y los golpes les enseñan que pegar a alguien está bien si lo hacen los adultos.
Por eso, en lugar de insistir en el castigo, debes centrarte en la disciplina. Debes enseñarles a comportarse adecuadamente, incluso cuando las emociones están a flor de piel.
En el caso de un hermano que pega al otro, no vayas directamente al castigo. Reconoce las emociones que tu hijo está sintiendo, en este caso la ira, y guíalo para que elija formas más adecuadas de lidiar con ella, como hablar sobre ese sentimiento, tomarse un momento para serenarse o respirar profundo.
Qué padre no quisiera tener un hijo obediente que cumpliera todas las normas a la perfección, que nunca se metiera en líos y que hiciera caso a la primera, pero lo cierto es que la mayoría solo puede soñar con tener un hijo así.
Aunque es cierto que tus hijos esperan que los guíes, debes entender que no están bajo tu completo control. Son personas que toman sus propias decisiones y tienen libre albedrío. Eso significa que a veces decidirán no hacerte caso.
Por ejemplo, a pesar de las veces que se lo digas, pueden decidir que no quieren limpiar su habitación.
Si eres como la mayoría de los padres, gritarás hasta que te hagan caso. Puede que al final cedas y termines limpiando tú su habitación, o que cuando vengan a quejarse de que no encuentran su juguete favorito en su cuarto, seas tú quien lo busque en su lugar.
Todas esas son soluciones fáciles a corto plazo que lo único que conseguirán es que el mal comportamiento persista. Si quieres una solución a largo plazo, debes aprender a controlarte y a controlar tus respuestas.
En el caso de una habitación desordenada, piensa en lo que estarías dispuesto a hacer al respecto. Si estás dispuesto a pasar la aspiradora por ellos, comunícales que lo harás, pero solo si no hay nada en el suelo. Si hay cosas tiradas por el suelo, puedes aplicar una consecuencia natural: algunos de sus objetos terminarán en la aspiradora o el bote de la basura.
Díselos cuando tanto tú como tus hijos estén tranquilos y no discutiendo acaloradamente por el desorden de la habitación.
Como ya hemos dicho, una de las premisas de la crianza positiva es crear un entorno favorable, estimulante y enriquecedor, algo que solo se puede conseguir estando presente. No basta estar presente cuando se te acercan con preguntas o cuando tienes una reunión con su profesor. Ni simplemente estar en la misma habitación, mirando el teléfono mientras ellos juegan solos.
Debes estar ahí para tu hijos y pasar tiempo de calidad con ellos todos los días. Para los niños más pequeñitos, eso puede significar jugar e interactuar con ellos. Para los mayores, un par de noches de juegos en familia a la semana. En el caso de los adolescentes, puede ser simplemente sentarse y conversar sobre la vida, tanto la tuya como la de ellos.
Tienes que interesarte por sus intereses y participar activamente en sus vidas, tengan la edad que tengan.
Por supuesto, eso no significa convertirse en un padre helicóptero, tratando de microgestionar todo lo que hacen y entrometiéndote en su vida privada.
Es probable que los padres reaccionen de forma exagerada cuando sus hijos se portan mal sin motivo aparente, empeorando la situación para todos.
Si quieres ser uno de esos padres positivos, lo primero que tienes que entender es que los niños pequeños no pueden controlar bien sus emociones. Su corteza prefrontal aún está en desarrollo, por lo que cualquier emoción que experimenten puede volverse extrema rápidamente.
El mal humor puede convertirse en ira, la alegría en euforia. A menudo, sus emociones pueden parecer mucho más grandes de lo que son y necesitan tu ayuda para aprender a manejarlas.
Lo segundo que tienes que entender es que los niños suelen tener un motivo para reaccionar de forma exagerada o portarse mal, aunque tú no lo veas. Tienes que llegar a la raíz del problema, escuchar activamente y apoyar a tu hijo.
Por ejemplo, si estás discutiendo con tu hijo porque no quiere limpiar su habitación, es posible que simplemente te parezca perezoso y desinteresado. Aunque es posible, también puede ser que el niño no vea por qué tiene que limpiar la habitación, ya que, de todos modos, volverá a ensuciarse.
Habla con él para solucionar el problema de raíz y aclárale por qué es importante limpiar la habitación: la suciedad atraerá insectos y puede que incluso roedores, podría enfermarse por los gérmenes y el polvo, o puede que sus amigos no quieran volver a visitarlo.
La mayoría de padres piensan que si no utilizan castigos, deberían utilizar recompensas en la crianza positiva. En este caso, se equivocan.
Las recompensas no son refuerzos positivos. Aunque pueden motivar a tu hijo para que decida portarse bien, también pueden ser contraproducentes.
Supongamos que tu hijo nunca quiere comer verduras. Podrías incentivarlo diciéndole que le darás helado después de cenar si se come todo lo que hay en el plato.
Podría funcionar. Puede que tu hijo esté más dispuesto a comerse las verduras solo para obtener la recompensa. Pero así solo aprenderán a esperar una recompensa cada vez que cenen. Si no se le ofrece nada a cambio, aprenderá a no comer las verduras porque ya no le parece que tenga sentido.
Así que evita las recompensas a cambio de un buen comportamiento. En su lugar, elogia al niño cuando haga algo bueno y recompénsalo sin más que con tu atención y apoyo.
Insistimos en que la crianza positiva no es lo mismo que la crianza permisiva. No se puede dejar que un niño haga lo que quiera cuando quiera. No solo podría ser peligroso, sino que también frenaría su desarrollo y lo convertiría en un niño malcriado y engreído.
Como padre que ejerce una crianza positiva, necesitas establecer límites claros, explicar por qué son importantes y cuáles son las consecuencias si no se respetan.
Por ejemplo, no quieres que tu hijo se pase horas mirando el teléfono, absorbiendo todo tipo de contenidos potencialmente nocivos y olvidándose de sus responsabilidades, sobre todo de hacer la tarea.
Tendrás que sentar a tu hijo, explicarle por qué es malo pasar tanto tiempo con el teléfono y decirle lo que harás si no corrige su comportamiento: instalar una aplicación de control parental como FamiSafe para vigilar el uso que hace del teléfono o quitarle los privilegios del WiFi durante ciertas horas del día.
No podemos evitar cometer errores, por muy comprometidos que estemos con el estilo de crianza positiva o por mucho que nos esforcemos por dar lo mejor de nosotros mismos. Un niño que se porta bien puede romper un juguete. Un adolescente con buenos modales puede tener un arrebato emocional. Romperán las normas sin querer o a propósito, no respetarán los límites y te pondrán a prueba.
Aprovecha cada error como una oportunidad de aprendizaje. No para avergonzar a tu hijo por portarse mal, sino para que aprenda a hacerlo mejor la próxima vez.
Si tu hijo rompe su juguete favorito, de nada servirá que le grites o lo castigues. Aplica una consecuencia natural y enséñale a prestar más atención la próxima vez. Ahora que el juguete está roto, ya no puede jugar con él. No le comprarás otro (al menos, no inmediatamente). Tendrá que aprender a jugar con otras cosas.
Por último, para ser un verdadero padre que ejerce la crianza positiva, respeta a sus hijos y crea entornos enriquecedores para su desarrollo, es necesario ser coherente. La coherencia y la repetición son las claves para ayudar a tu hijo a comprender la importancia de portarse bien.
Si le dices a tu hijo que si se porta mal habrá consecuencias, tienes que estar listo para aplicarlas. No hagas amenazas vacías ni elijas al azar cuándo aplicarás el castigo y cuándo lo pasarás por alto.
Por ejemplo, si les dices que les quitarás el derecho a usar el WiFi si pasan demasiado tiempo con el teléfono, tienes que hacerlo. Si les dices que tirarás a la basura todos los objetos que dejen en el suelo de su cuarto cuando pases la aspiradora, asegúrate de tirarlos.
La incoherencia no hará más que confundirlos y animará a tus hijos a poner a prueba tus límites para ver qué pasa.
Aplicar la crianza positiva no es fácil. Requiere mucho trabajo, dedicación, paciencia y comprensión. Sin embargo, ser coherente con tu enfoque de crianza positiva valdrá la pena. Ayudará al desarrollo emocional de tus hijos, alentará su buen comportamiento y creará entre ustedes un vínculo más fuerte de lo que habías imaginado.